NOSOTROS
- Jo Schwarz
- 14 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Hay 3 formas de conocer a alguien:
En las buenas
En las malas
En la cuarentena
Ya son 7 meses que estamos en cuarentena involuntaria/voluntaria, 7 meses en los que la vida nos cambió, algunas cosas se han transformado y una de esas es mi matrimonio.
Jorge y yo vivimos un noviazgo de distancia, de ir y venir todo el tiempo con no más de 2 meses de estar en el mismo lugar. Hemos vivido altibajos como todo mundo, y de nuestros 7 años de estar juntos, han sido 3 de estar en el mismo lugar.
Obviamente nada nos preparó para vivir esto.
Desde los primeros días de Marzo Jorge pasó a hacer home office en totalidad. Si bien cuenta con una oficina en casa, nuestros horarios cambiaron, los espacios también.
Nuestra casa se convirtió en todo.
Empezamos con maratones de películas, series, cocinando, leyendo, limpiando cada espacio de la casa, empezando nuestro huerto, todo lo que nos mantuviera ocupados y enfocados en algo más que la pandemia y lo que sentíamos.
Vivíamos la nueva vida, sin distracciones, sin salidas, sin más compañía, sólo nosotros... y Bowie.
La preocupación constante por estar bien, cuidarnos, tener lo necesario, porque nuestras familias estuvieran bien, por todo lo que no estaba en nuestro control, estaba afectándonos.
Fueron pasando los meses y nuestro humor era cambiante, había días buenos otros malos y algunos pésimos... buscábamos darnos espacio el uno al otro por la convivencia 24/7.
El tiempo pasaba y parecía que evitábamos hablar de cómo nos sentíamos, evitábamos que nos llegara el golpe de la realidad que vivíamos, que todo estaba cambiando y que nosotros buscábamos que no nos afectara como pareja.
Pero, tarde que temprano llegó la hora de enfrentarnos a nosotros, a todo lo que estábamos viviendo.
Hubo un quiebre de nuestra cotidianidad, obviamente en nuestra forma de sentirnos seguros, una crisis que nos llevó a conocer una nueva forma de vernos, y así nos abrimos a vivir una vulnerabilidad distinta.
A compartir en esencia nuestros miedos más profundos (de esos que te cuesta trabajo, mucho trabajo hablar o tocar) las inseguridades que todo lo que vivíamos desató, hablar y aceptar nuestra nueva realidad y qué haríamos con ella.
Nos dimos la oportunidad de compartir cada pensamiento por más negativo o pesimista que fuera, a no quedarnos con nada.
Navegamos nuestras crisis pequeñas o grandes y logramos entendernos. Entendernos en ésta nueva forma de vivir, entendernos como individuos, entendernos con nuestros días malos y muy malos, con días que realmente no quieres nada, días que cuesta salir de la cama y que todo representa un reto.
Para mí, el abrirme a hablar sin tapujos de mi ansiedad y depresión con él, a un entendimiento desde la empatía y el amor.
Para él, vivir la vulnerabilidad como la sintiera, darse espacio de sentir o llorar, de experimentar el miedo que conllevaba todo esto, de no esconder los sentimientos y contar conmigo (de no hacerse el fuerte por mí).
El reto que ha sido vivir este tiempo en pareja y que experimentamos muchos se convierte en una convivencia nueva, en donde parece que las cosas son diferentes porque en realidad lo son, porque estamos en supervivencia, viviendo una vulnerabilidad como nunca antes, con nuestras inseguridades o miedos a flor de piel.
A nosotros nos ha hecho estar mucho más unidos, a fortalecernos como pareja, hemos hablado de nuestro cambio de planes de vida, de replantear el tema de los hijos y el cuándo, de lo que queremos y nuestros proyectos, todos los temas los platicamos sin miedos y reservas.
Hemos logrado dar espacios y tiempos al otro, conocer a perfección cuando algo no anda bien, porque no existen las distracciones del mundo exterior de momento como antes, porque lo que podemos controlar y trabajar está dentro de casa con nosotros dos.
La vulnerabilidad nos unió de una forma que no teníamos antes.
Nos hemos visto con ojos de aceptación, nos hemos puesto en el lugar del otro y hemos decidido volvernos a elegir cada día todos los días, día a día.
