top of page

8 de noviembre.

  • Foto del escritor: Johanna Sg
    Johanna Sg
  • 25 nov 2020
  • 4 Min. de lectura

No sé si es el día en el que nacieron todas las flores pero nací yo.


Cuando era niña mis cumpleaños solían ser días de festejo total.

Mi familia me levantaba muy temprano con las mañanitas en la tediosa voz de topogigo (en ése entonces supongo que era el hit).

Algunas veces mi papá tocaba la guitarra y entonces las mañanitas eran A cappella (mucho más emocional y personal).

El desayuno solía ser lo que yo quisiera o ir a comer todos juntos a donde yo eligiera.


Siempre había una fiesta para celebrar a lo alto: piñatas del personaje de moda o que adoraba en aquél momento y fiestas temáticas; platos, vasos, manteles. Globos, muchos globos y claro... el pastel (aquél que mi mamá pedía con anticipación con mi nombre escrito). Creo que mis pasteles siempre fueron de vainilla o tres leches... no recuerdo que fueran de chocolate.

Mi familia y amigos iban a mi casa o al lugar en el que se realizaría la fiesta. Regalos envueltos (muchos más de los que cualquier niña necesitaría) decoraciones, comida, bebida para niños y adultos... mi mamá me pondría un vestido muy lindo y tratarían de peinarme para la ocasión.




Claro que ya en el kinder habría festejo con mis compañeros de salón con pastel y bolos que la mayoría de los años mi mamá y abuela materna harían.


En esos primeros años mis cumpleaños para mi significaban fiesta, regalos, pastel, abrazos, el festejo obligado en Showbiz Pizza (como todo niñx de Gdl) ver a la gente que quería pero nunca un número... eso vendría después.

En ese momento sólo importaba festejarlo y a quiénes invitaríamos.


El tiempo pasó.. crecí y ahora mi cumpleaños significaba un número más, y ese número vendría acompañado de expectativas (propias, heredadas y "aprendidas").

Desde que cumplí 11 años cada cumpleaños escribía una carta para leer el próximo cumpleaños con metas más bien instrucciones de lo que tendría que haber hecho en ese año.

Algunas de esas instrucciones eran bastante básicas, cosas muy prácticas pero a medida que los años se fueron sumando esa lista cada vez parecía un mandato imposible de cumplir... simplemente porque no era mi momento de cumplir cosas de las que el año anterior estaba tan segura que pasarían.

Deje de escribirme cartas para mi cumpleaños a los 25, cuando no era ni actriz, ni cantante, ni tenía una casa o carro propio, ni vivía en París.


Llegué a al edad de celebrar el cumpleaños en un antro de fiesta con los amigos (debo decir que nunca fue un plan ideal para mi) a celebrar los cumpleaños con dos festejos diferentes: familia y amigos.

Edad en el que las preguntas respecto a nuestra edad cada vez son más personales... ¿y para cuándo el novio? ¿cuándo te casas? ¿cuándo la Maestría? ¿cuándo los hijos?... ¡se te está pasando el tiempo, no los quieres tener tan grande! ese númerito que aumentaba cada año parecía aumentar las exigencias de un mundo externo o de lo que debería de ser para ese entonces.




Por algunos años me persiguieron todas esas preguntas por un tiempo, normalmente cuando se acercaba el 8 de noviembre y decía... "pasó otro año y ¿qué hice?".

La lista de cosas "que tenía que hacer o ser" para la edad que tenía me quitaban paz un tiempo y la realidad es que sólo me ataban y me impedían ver todo lo demás que sí lograba o hacía en mi vida

Me di cuenta que estaba contando los años como una carrera en contra mía, por aquello que yo me había impuesto a cumplir o que otros esperaban que cumpliera.

Todos hemos vivido momentos de presión social en algún punto de nuestra vida, y la edad siempre va ligada, a qué edad debes de terminar la carrera, casarte, tener hijos, casa, "dream job"... y aunque tratamos de apagar ese rollo en nuestra cabeza y que no afecte... somos humanos y seres sociales y de repente nos pega.


Mi realidad es:

Me casé a los casi 30.

Tengo 34 y no tengo hijos.

Tengo 34 y no tengo el trabajo de mis sueños.

Tengo 34 y no tengo plan de retiro (¡ya pronto!... tengo seguro de gastos médicos señorial)

Tengo 34 y estoy trabajando todos los días en mí para mí.


¿Y?... no pasa nada, aquí sigo, con mil de sueños y anhelos en lo que tengo que enfocarme, sigo trabajando en mí con una buena dosis de terapia ( ¡oh bendita terapia! ) y amor propio (mucho amor propio).

Y voy poco a poco callando al mundo exterior y las expectativas externas para escuchar las mías (clarooo que a veces se pone más difícil la cosa y te llega la "angustia social "como le llamo) pero la vivo un ratito y luego se me resbala.


Llegó 2020 y cambió mi forma de ver mi cumpleaños a un agradecimiento por estar aquí y tener oportunidad de cumplir todo aquello que yo quiera en mi vida. YO, no lo que impone o lo que se desea desde afuera, sino lo que en realidad se desea con todo el corazón.

Un año tan duro y que cambió de golpe todos mis planes en todo sentido fue lo que me arrastró como ola de mar a decir "¡Carajo Johanna, estás viva, que te valga madre el numerito que pongan en el pastel, estás!"

Mi edad no va validar mis logros e impedir mis sueños.


Y aquí estoy con 34 y con mucho vivido y aprendido, algunas cosas no salieron como pensaba y agradezco eso porque me ha dejado vivir mucho más cosas y me ha llevado por un camino que no me imaginaba para nada.


Mi deseo es dejar de ver mi vida como una carrera y disfrutarla.

Disfrutar lo bueno que pase sin ponerle un peso de sí es poco o mucho.

Disfrutar los logros.

Afrontar los cambios.

Que la validación venga desde adentro, siempre.

Saber lidiar las adversidades y los malos momentos.

Disfrutarme.


¡Vivir!










Entradas recientes

Ver todo

Comments


©2018 by Johanna. Proudly created with Wix.com

bottom of page